Al abrir los ojos, yo estaba allí, delante de mí mismo, escribiendo lo que iba a ocurrir al día siguiente y corrigiendo lo que había sucedido aquel mismo día, en aquel momento.
De repente se despertó en una habitación oscura sin ventanas atado a una silla , lo habían secuestrado se quedó petrificado de miedo no quería hacer nada por si lo torturaban .De repente oyó una voz tenebrosa que le susurraba : "devuélveme mi agenda mágica, esa agénda contiene un gran poder". Y él le respondió: "la llevo en el bolsillo ". La recuperó pero les pidió a los padres un rescate de 1000$. Los padres a duras penas y con muchos préstamos consiguieron el dinero, se lo entregaron a los secuestradores y al cabo de un tiempo los padres encontraron trabajo y pagaron las deudas
Y colorín colorado este cuento está acabado. Daban las doce en la campana del reloj del salón. Entonces supe, comprendí, recordé:
el dueño de la agenda estaba allí, era yo. Era yo, siempre había sido yo. Recordé, o mejor, volví a saber, una vez más, que todos los veintiséis de noviembre, siempre esa fecha, me olvido, por unas horas, que soy quién rige el destino del mundo y que se me da la oportunidad de disfrutar por tan breve y mezquino espacio de tiempo de la dicha de todos los mortales, de vivir, en ese tiempo limitado, una existencia normal. El caso es que siempre he tenido la mala suerte de encontrar la agenda que un instante antes se me ha caído, para así "caer" en la trampa de tener, aún en ese día de gracia, que estar pendiente de mi propio, verdadero destino. Una existencia de la que no puedo sustraerme. Así, abro la agenda y con letra firme en tinta de bolígrafo azul, escribo: "Recuperar la agenda perdida en febrero de casa de Javier Olmos". Javier Olmos. Yo. Como en una broma, a sabiendas de que es absurdo. ¿O no? Pero tengo que consignarlo, dar fe de ello, y hacerlo. Pero no pasó nada. La agenda seguía sobre mi mesa y nada más. Así que harto de tanto misterio lancé la agenda por la ventana sin preocuparme por las consecuencias.
Mas enseguida me dí cuenta del error de deshacerme de la fascinante agenda y me asomé rápidamente a la ventana y vi a un vagabundo con una raída gabardina que recogía la agenda y se marchaba en la dirección contraria. Lo curioso e intrigante es que las farolas no le hacían sombra y no se le veía ninguna parte del cuerpo. |
LA AGENDA EXTRAVIADA. |