Al final un médico le dijo que se había dado un golpe y por eso no sabía entonar los números acabados en nueve, entonces, le dio una medicación y los empezó a pronunciar correctamente.
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Lo que pasó fue que un profesor loco que no le gustaban las matemáticas, empezó a borrar los números de la memoria de los profesores de matemáticas poco a poco.
Lo hizo mediante un gas llamado gas olvidanúmeros. Y poco a poco fue borrando números de la memoria de los profesores. Lo que pasó fue que al profesor de matemáticas le fracasó el invento que consistía en hacerse más listo pero lo que consiguió fue que el número 9 se escapase de su vocabulario y tomar una forma viva, el profesor persiguió al número hasta chocarse contra su estantería y quedarse inconsciente y el 9 borró de su memoria todos los números acabados por 9.
Un diecinueve de mayo el profesor de matemáticas recibió la mayor noticia de su vida: su mujer estaba embarazada. El corazón se le embriagó de alegría y su esposa y él celebraron en acontecimiento. A partir de aquí, dejó de pensar en los números como una simple cifra y en las fechas como una secuencia de números.
Dejó de estar estresado por el trabajo y se dedicó a su hija, que nació el diecinueve de febrero del año siguiente. Unos días después, cuando le preguntaron por la fecha de nacimiento de la niña, dijo: - Ha nacido el diecinueve. A partir de ahí, no tuvo problemas con ningún número, y vivió feliz recordando, de vez en cuando, que la felicidad resuelve cualquier problema. Lo que ocurrió fue que tenía una grave enfermedad llamada "nodigomasnumerosparaelrestodemivida". Y cada día que pasaba no sólo perdía la capacidad de decir un número acabado en nueve, sino de decir otro cualquiera. Y el día que le iban a entregar en premio Nobel, ya no podía decir ningún número. Pero entonces una hora antes de la entrega del premio, encendió la televisión. Puso uno de los episodios de Barrio Sésamo en el que cantaban los números, y como la musiquita era muy pegadiza se puso a cantarla. Y de este modo pudo volver a pronunciar los números.
Consiguió el premio Nobel y siguió dando clases de matemáticas. Al parecer descubrió que tenía un trauma con el nueve, a raíz de que el nueve de mayo tuvo un accidente que casi le costó la vida, el diecinueve de mayo falleció su madre... En resumen, todas las fechas terminadas en nueve, habían formado parte de hechos trágicos para el profesor de matemáticas.
Lo que ocurrió fue que tenía una enfermedad llamada "nuevenismo", de la cual se sabe muy poco. Es una enfermedad que te lleva a olvidar el número nueve como por arte de magia, de un día para otro, sin esperarlo. Y sólo les ocurre a los profesores de matemáticas, porque en su carrera profesional lo han dicho tantas veces que han gastado las oportunidades de pronunciarlo.
Que cada nuevo premio que le daban, tenía grabado un nueve en color oro. Y brillaban tanto que se quedó ciego de ese número y de todos los números que terminaban en él.
La solución sería dejar de buscar premios y valorar su trabajo por su propio esfuerzo, enseñando a sus alumnos todo lo que sabía. Lo que ocurrió fue que estuvo días y días, semanas y semanas, meses y meses, años y años intentando decir el nueve, sin descansar ni un solo minuto, ni un solo segundo.
Contaba del uno al diez, del diez al veinte... pero era incapaz de pronunciar, ni el nueve ni el diecinueve. Un día estaba viendo la tele y se encontró un documental sobre enfermedades raras y, ¡victoria!, salía la suya. Estuvo mucho tiempo viendo el documental hasta que dieron la noticia de que hace dos días habían descubierto un medicamento: costaba mil euros y sólo se encontraba en Nueva York. Así que sin pensarlo dos veces, fue a comprar un billete para el próximo vuelo. Cuando llegó, pagó y se tomó el medicamento, pero seguía sin poder decir el nueve. Se fue a dormir y al día siguiente volvió a probar y... por fín lo consiguió decir. Consiguió el sueño de su vida: poder decir números que contuviensen el nueve. Al final pudo conseguir el premio y seguir con sus clases de matemáticas. La vida era mucho más sencilla así. Lo que ocurrió fue que.... realmente no quería recordar. Le habían realizado diferentes pruebas médicas para descartar problemas psicomotrices, pruebas de ictus, TACS, radiografías... había probado toda clase de tratamientos. Había probado todo lo humanamente posible. ¿Qué clase de profesor sería si no era capaz de nombrar todas la cifras, todos los números que contuvieran nueve? Y... ¿Por qué el nueve?
Si no quería recordar era a causa de un trauma infantil. Sí, eso era. Un trauma provocado por aquella rígida institutriz. La misma que le castigaba con el reglón atacando sus frágiles dedos de niño cada vez que al cantar llegaban al nueve. Las pruebas eran inconcluyentes, claro estaba. Pero, por qué motivo no sería capaz de decir el maldito nueve.... nunca lo sabremos. No continuará. |
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